Cada vez faltan menos piezas para completar el rompecabezas y tener lista, al fin, la primera miniserie de Orsai Audiovisuales, «Canelones». Ahora visitamos el estudio de grabación de Gustavo Pomeranec, una eminencia en la materia, para espiar desde adentro cómo es el proceso minucioso, obsesivo y hasta un poco delirante de la compaginación de sonido y la musicalización de una producción audiovisual.
Durante dos horas y media fuimos testigos de cómo Chiri Basilis, la cabeza de Orsai Audiovisuales, y los productores de la serie Joaquín Marqués Borchex y Marchelo Scoccia supervisaron e hicieron sugerencias al trabajo impecable de Gustavo en la música y de Adrián Rodríguez en el sonido. La composición creativa del audio es un momento fantástico: de a poco, las tomas y las escenas cobran vida, y los objetos y los personajes adquieren personalidad a través de cómo se los escucha
Como bien define el propio Pomeranec, que algo sabe del tema, la composición del sonido de las escenas —tanto de los ruidos comunes como de la musicalización— es un trabajo en equipo. La realización del audio se construye en un universo difuso en el que los músicos hacen cosas de sonidistas y los sonidistas hacen cosas de músicos.
En este backstage aprendimos sobre el «foley»: así se llama el arte de recrear sonidos cotidianos para que se escuchen en una película o en una serie. Esos ruidos pueden ser pasos en la tierra, sillas que se corren, movimientos de la ropa o casi cualquier evento sonoro que no se escuche con claridad en la toma original. Y en los estudios de grabación esos sonidos se recrean, precisamente, haciéndolos de forma artesanal: caminando sobre tierra, arrastrando una silla o sacudiendo la ropa. Así de simple, y así de complejo.